Mi mayor vicio. capitulo 2.

Aquella situación era todo un drama para mí, porque esta patosidad solo hacía que confirmar las criticas que solía recibir de mis conocidos. Patosa, tosca, y terca.

Ya casi ni se leía el principio, “para mi amada Cenddre”. Que desastre.

Así que reanudo a la realidad recogiendo las cenizas, y luego, inútilmente, aunque es algo que no sé porque nos gusta hacer mucho a los seres humanos, cojo la carta, y lo miro, esperando que él solito recupere el blanco del papel. Pero desisto y la tiro con pena, no sin antes recortar la parte “mi amada Cenddre” y la de “te quiero demasiado, de tu marco” y pegarlas junto con el resto de cartas en el corcho.

Y con las manos embadurnadas de laca de uñas roja intensa, que me daba pinta, junto con la cara de fantasma que llevaba, de asesina en serie sicópata desmesurada, pasee tranquilamente hasta el lavabo e hice lo propio. Ó sea, lavarme las manos. Aunque caí en la cuenta tras varios chorros, que necesitaba acetona.


Y el resto de la historia hasta que llegue a tumbarme en el sofá con el teléfono, es simple.

Me disponía a llamar a mi mejor amigo, y el mejor que pueden tener todas las solteras fracasadas no precisamente morenas. El pizzero o el chino. Aunque últimamente, me inclinaba más por lo italiano que lo oriental. ¿La razón? Todo a su debido tiempo amiga….


Una de peperoni y champiñones, y, ¿Por qué no? También gambas. Bueno, mejor quitamos las gambas, que estamos a fin de mes.

Encendí de nuevo un cigarro, y lo sostuve encendido hasta encontrar un canal aceptabe en la tele. Apague la tele. Cale el cigarro. Sostuve la mirada a la puerta, quizás esperando otra carta de marco, o al pizzero, nos e que era lo que más ansiaba. Y eso era preocupante.

Me dedique a pensar en Marco hasta oír el timbre sonar. Parecía mentira, hacia menos de tres meses lo conocí en una cafetería en Marsella, mi ciudad, aunque poco la extraño. Yo lloraba en una esquina, y el bebía sólo, un par de cañas. Me invito a una y, amigos.

Luego él se volvió a Nápoles, su ciudad, y bueno, nunca nos volvimos a ver. Hasta que un día, recibí un mensaje pidiéndome la dirección, me decía que venía a visitarme. Así que se la di, y a los pocos días llego una carta. Y desde entonces nos escribimos todas las semanas. Y si, es mucho más rápido el correo electrónico, pero no tengo suficiente para un ordenador, y aunque lo tuviera, tengo facturas y paquetes de cigarros que son una prioridad en mi vida.

Y la historia completa es que hacia unas semanas el me confesó que me quería. Asi que me envió unas llaves de su casa. Decía que ya era…mi casa. Pero nunca he ido. Ni me lo e planteado.

Y quizás…. Solo quizás, eso tenga que ver con que… de algún modo e adornado un poco la verdad en mis cartas.
 Me llamo Cendre. Y aunque parezca mentira, eso es lo mas cierto que le he contado. Si, si, me llamo ceniza. La vergüenza de mi vida. Mi madre querida me lo puso por el color de mi pelo, de pequeña, no era exactamente negro, era como gris. Como la ceniza. Pues eso, ya lo he explicado.

Para el yo soy morena y físicamente no podría mentir en nada, puesto que ya me ha visto. Pero puede que inclinara algo la balanza de la verdad al decir que yo trabajaba en una revista de naturaleza, que tengo dos títulos de idiomas, que he viajado alrededor de todo el mundo haciendo Erasmus y que mi padre era economista de prestigio y puede que un par de adornos más.

Vivo en un barrio de ricos, eso es cierto, donde no encajo ni de broma, pero la razón de que acabara viviendo aquí no es otra que mi pasado.

Hacía cuatro años que había dejado de verme guapa, de verme feliz, de ganar dinero honradamente en un trabajo que adoraba, y de tener un novio al que besar al despedirme, y amigos con los que salir los fines de semana.

Todo eso pasó hacia nada más que cuatro años. Y todo dejo de existir desde, que pasó lo que paso.

Quizás Marcos sea ahora mi único contacto con el exterior humano. El que me salvaba de ahogarme entre piezas de puzle impares. Solo mi amado y lejano Marco. ¿Por qué? Seguid leyendo.

 
celia.