Ojos que no ven. Corazón que sí siente.

“Parece una columna de luz, que va inclinada desde la ventana del techo hasta el suelo, y en la que flotaban pequeñas motas de polvo.”
“sigue”


“bueno… - retiré mi mano que se apoyaba hasta entonces sobre la suya- también hay parte de una cortina blanca que cubre la mitad de una ventana”

“sigue. Puedo sentirlo. ¿Puedes tú?”

“sabes que siempre lo he sentido. Lo siento continuamente Elih.”

“que más. Que más. Continua.”- se puso en pie avanzo unos metros con las manos por delante hasta que tocó el alfeizar de la ventana.- “¿ves lo que yo veo?”- inspiró.
Rápidamente la rodeé con mis brazos.

“seguramente. Yo veo un pequeño pueblo costero de casas blancas y fincas de olivo que se extienden hasta las faldas de las montañas. Hay niños jugando en la calle y mujeres que recogen el pescado en el muelle.”- la tome de la mano y le di la vuelta.- ¿y que ves tú por aquí?”

“yo. – interrumpió con una media sonrisa.- no sé lo que veo aquí dentro.”

“¿a no? Yo, veo nuestra casa. Una casa para los dos.”

Me abrazo. Luego busco con sus manos mi cara. Y luego mis ojos. Los tapo como si sus manos fueran dos cucharas. Y luego sus labios rozaron los míos.

- “Derek, ¿sabes? Ahora ves lo que yo veo.”- y luego que hundí entre su risa y sus brazos. Deseando que por un momento, esa chica pudiera ver mi sonrisa de felicidad.


Celia Domínguez Gimbernat.