finalizar con un montón de restos, o la más hermosa obra de arte que se haya visto jamás.

jueves, 27 de enero de 2011

Mi mayor vicio. capitulo 3.

Y marco no era nadie, de hecho ni siquiera es nadie. Y eso es lo más triste. Lo mas penoso de mi vida, lo impensable hacia años de la maravillosa joven Cenddre, querida por todos, llamada por todos, llorada por todos. Pensada por todos.


Cuarenta y seis cartas. Eso era lo que quedaba en el tiempo. Eso, y pocos recuerdos memorables. Alguna sonrisa al saber que en la pizzería regalaban una taza con forma de dibujo animado con el menú individual. Una terrible depresión cuando solo lo hacia si comprabas el doble. Y es que a Cenddre eso de tirar comida nunca le había supuesto un problema, pero esa no era media pizza sobrante cualquiera. Esa era la media pizza que Marco hubiera estado encantado de compartir. Y por ello la guardaba un par de días.

Pero al final acababa tirándola al caer en que, los amigos invisibles no existen.

Y ahora mismo en la vida de cenddre, ni los invisibles ni los visibles.

Y he ahí la razón por la que Cenddre escribía todas las semanas a Marco.

Al perfecto, idealizado, caballeroso, italiano, e irreal de Marco.

Cenddre Escribía a buzón vacio, a nadie. Bueno, seguramente las cartas les llegarían a alguien, al pobre del que viviera en la dirección que cenddre escogió al azar en Google maps. Pero fuera quien fuera, no había contestado nunca. Puede que tirara las cartas, puede que las curioseara y se riera de las penas que le contaba. O puede que las coleccionara.

Mientras, Cenddre se tomaba la molestia de contestárselas. A sí misma, una tras una. Se escondía cada noche bajo la mesa del comedor, y alumbrada con una linterna, se auto-respondía. Obviamente, esto era del todo innecesario, pues no vivía con nadie, pero al parecer para ella era como esconderle al resto del mundo su secreto.

Cosas que nadie cuerdo entendería ni de lejos. Cosas de Cenddre.

celia.