finalizar con un montón de restos, o la más hermosa obra de arte que se haya visto jamás.

domingo, 16 de enero de 2011

Cada cuervo a su olivo.

Y es, en muchos aspectos, algo más que un juego de palabras.

Todos estamos invitados al circo de la vida. Algunas pasan la cuerda floja, otros se ríen del resto, y otros, practican malabares con nuestras almas vendidas.

De cara a la realidad, no hay más verdad, que la mentira que no se deja ser contada. Por temor, o bien a parecer a lo que nos viene grande, o a conformarnos con lo que nos queda pequeño.

Y, apostaría un billete de los dorados a que sí, si no te has enterado en absoluto de las últimas y primeras cuatro líneas, te propongo un ejemplo. Aunque seguramente me veré obligada a fracasar y desistir si sigues sin entenderlo tras él.

Algo simple, los peces grandes se comen a los pequeños. Lógico, obvio. Algo que siempre ha sido así.

Los peces pequeños se conforman, saben de antemano que tendrán una vida corta, y no piensan manifestarse contra ello, porque son consientes de: primero, que cuanto más llamen la atención y mas alcen la voz, antes serán vistos, y comidos. Y segundo, que no son tan cortos de mente como para cambiar una vida breve y placida, por una aun más breve y agitada.

Por eso, de algún modo, se que en la tierra este ejemplo no es del todo aplicable ya que, todos hemos sido peces grandes alguna vez, y todos hemos tenido la tentación de comernos a un pececillo. Y raramente, nunca recordamos que todos estuvimos en el otro lado, en el otro ojo.

Todos hemos sido cuervos. Y por eso pido, si hay algún cuervo entre el público, que abra sus alas y por favor se marche de la sala.

Y tal vez, podría añadir para decorar la metáfora, que se marche a su "olivo", sin duda, símbolo de paz y de placidez.


celia dominguez gimbernat

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